Mi vínculo más significativo con el sake ocurrió el día en que Fido, el perrito de mi hermana, falleció. Ella, mi papá y yo estábamos muy tristes y mientras nos acompañábamos en la pérdida, bebimos una botella de sake. El compartir ese sake nos reconfortó y no hizo estar en comunión, y es que la costumbre para beber esta bebida, indica que uno no se puede servir a sí mismo, se tiene que servir al otro y estar muy al pendiente, porque las copas tradicionales son muy pequeñas y no pueden estar vacías.
No obstante que esta ritualidad me parece hermosa, mi fascinación por el sake también se debe a su interesante y muy antigua historia, así como a su proceso de elaboración prácticamente artesanal, porque a pesar de que sólo se utilizan básicamente 4 ingredientes: agua, arroz, koji y levadura, la constitución de las características de un sake depende de la experiencia y creatividad del toji o maestro artesano encargado de crearlo, haciendo posible que haya una variedad de tipos de sake y dentro de ésta, un universo de aromas y sabores.
Esta bebida tradicional japonesa es entonces algo muy complejo, que desafortunadamente ha llegado a nosotros en una interpretación simplista y errónea, baste mencionar que equivocadamente se ha referido al sake como un vino de arroz, cuando en realidad su proceso de elaboración es más parecido a una cerveza. Como esto, muchos también piensan que el sake sólo se sirve cuando se ha comido gastronomía japonesa, que se toma caliente y como digestivo; pero ¡de lo que se han perdido!
¿Qué es y cómo se toma entonces esta bebida? Esto es parte de lo que les quiero compartir en este blog, invitarlos a descubrir lo maravilloso que es el sake, tanto por la exquisitez de sus aromas y sabores, así como por ofrecernos una gran vía de entrada para viajar con los sentidos, y encontrarnos con lo distinto. Así que acompáñenme aquí en la lectura de este blog y en mis redes sociales, para saber más sobre esta interesante y tradicional bebida y ¡kanpai!
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